Recuerdo aquel día como si fuera hoy. La voz de mi amigo, que digo, gran amigo, amigazo, César, resonó en el teléfono, sacudiendo la monotonía de la tarde de oficina. Era para decirme, ni más ni menos, que había nacido María, su primogénita.
Recuerdo también su emoción, su alegría, que se transformaron en mi alegría. Después, la visita de rigor al sanatorio, el abrazo a César y Cris por ese momento.
Cuántas cosas pasaron en estos 18 años. César, Cris, María y Agus son también mi familia. En estos años formé la mía, y se incorporaron en la amistad, en las buenas y en las malas. Dios me puso en Buenos Aires aquel día terrible de octubre en que el abrazo fuerte tuvo otras características, pero el mismo cariño, multiplicado por no sé cuánto, para cubrirlos con mi más sincera amistad.
Chicos, los quiero, al igual que Lety, Dana y Candela. Que Dios los siga cubriendo de consuelo y de fortaleza.
El abrazo más grande
Pablo González
domingo, 22 de febrero de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario